La anatomía de Cristo P8
La figura anatómica-fisiológica-neurológica “Cuerpo de Cristo” no es puramente literaria. Se trata de una realidad vital. Los creyentes integramos la intrincada pero armónica red de miembros que, interconectados entre sí, obedecen a la cabeza, que es Cristo, y el Espíritu Santo distribuye los fluidos vitales y dinamiza el sistema nervioso que lleva las órdenes a las coyunturas, al último músculo, al más pequeño cartílago, a la insignificante pestaña. Si todos entendiéramos algo tan simple, las cosas funcionarían mejor:
«El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito.” Ni puede la cabeza decirles a los pies: “No los necesito.” Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y a los que nos parecen menos honrosos los tratamos con honra especial. Y se les trata con especial modestia a los miembros que nos parecen menos presentables, mientras que los más presentables no requieren trato especial. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él».
1 Corintios 12:21-26
Para descifrar esta clave quiero sentarme como un niño ignorante en el aula escolar al inicio de clases, abierto al aprendizaje, sin prevenciones, sosteniendo hojas en blanco donde se puede escribir algo nuevo, con los ojos abiertos sobre los grabados que muestran las distintas partes del cuerpo humano y, luego todas, armonizadas, en funcionamiento perfecto.
La anatomía me enseña la composición orgánica, la fisiología me adiestra sobre su funcionamiento, la neurología me aclara la conexión misteriosa entre el cerebro y todos los miembros. Pasa por mi mente un pensamiento fugaz: tal vez Lucas, el médico de Antioquia, le dio charlas a Pablo sobre este asunto, mientras le recetaba hierbas para sus molestias de salud.
El periodista cristiano Philips Yancey se ha aliado con un Lucas posmoderno, el doctor Paul Brand, y los dos han producido un libro que acabo de leer: ‘Temerosa y maravillosamente diseñado’, un auténtico ensayo de biología espiritual, en el cual se analizan las funciones paralelas del cuerpo humano y el “Cuerpo de Cristo” de modo impresionante. Allí encuentro percepciones como esta:
“Un cuerpo análogo, igual de avanzado y activo como los seguidores del Cuerpo de Cristo, también necesita un esqueleto con dureza para darle forma, y la doctrina de la iglesia es justo ese esqueleto. Dentro del cuerpo vive un núcleo de verdad que nunca cambia: las leyes que gobiernan nuestra relación con Dios y con los demás”
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 222-224)