La generosidad | Corrientes Teológicas
La Libertad de examen respecto a las Sagradas Escrituras ha traído como consecuencia que haya variadas interpretaciones de muchos aspectos. En materia económica tenemos tres corrientes principales:
Teología de la miseria. Es un subproducto que aún late en el inconciente colectivo de la predicación miserabilista medieval, según la cual no se puede conquistar el reino de Dios sino a través de la pobreza. La Iglesia Romana creó una meritocracia de la santidad, contraria a las Escrituras. La salvación se obtiene únicamente por medio de la fe. Dice Pablo: Jesucristo se hizo pobre, para que nosotros fuéramos enriquecidos.
Teología de la prosperidad. A ésta se afiliaron los que han terminado en la cárcel por convertir la piedad en fuente de ganancia. Es lo que podríamos llamar: La Disneylandia cristiana, el sueño americano de la fe, y cosas así. Es una tendencia muy peligrosa, pues tampoco dice la Biblia que usted se hace cristiano como un buen negocio para su vida económica.
Ortodoxia protestante. Esto es lo único cierto y verdadero: Ni teología de la miseria, ni teología de la prosperidad, sino ética del trabajo. El gran sociólogo protestante Max Webber, escribió un maravilloso libro sobre este tema. ¿Qué es lo que las Sagradas Escrituras nos enseñan? Lo que se observa en los países que practican los principios y valores económicos de la Biblia. Que Dios prospera la obra de nuestras manos, que bendice nuestro esfuerzo personal honesto, si nos sometemos a las leyes que él ha puesto para la economía. Hoy existen, deplorablemente, en la enorme variedad del cristianismo evangélico, teologías y doctrinas disparatadas sobre asuntos de dinero. Algunos comentaristas dicen que el diezmo en el Nuevo Testamento carece de vigencia porque el diezmo era norma de la ley. Intentaremos un breve análisis de este tema.
Antes de la Ley. En la época del patriarca Abraham no existía la ley. Esta fue dada por Moisés, descendiente de aquel, unos 450 ó 500 años después del padre de la fe. Abraham se movía, no por normas de las cuales carecía, ni regulaciones, ni ordenanzas, ni leyes. El se movía únicamente por fe.
Y Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios altísimo, le ofreció pan y vino. Luego bendijo a Abram con estas palabras: ¡Que el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, bendiga a Abram! ¡Bendito sea el Dios altísimo, que entregó en tus manos a tus enemigos! Entonces Abram le dió el diezmo de todo.
Génesis 14:18-20.
¿Quién le dijo a Abraham que debía diezmar? El Espíritu Santo porque no había legislación que lo obligara a hacer tal cosa. Diezmó únicamente por fe, cinco siglos antes de que existiera una ley sobre la materia. Y por lo tanto, el diezmo no es de ley sino de fe.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro Las Llaves del Poder, páginas 302-304)